No me etiquetes. No intentes decir lo que yo diría. No pretendas ponerte en todo momento en mi lugar. No des por hecho cosas que yo no he demostrado. No me sonrías de manera estúpida. No afirmes que me conoces. No tienes ni puta idea de quién soy.

Busco la perfección inexistente. Vivo soñando en utopías. Cedo besos a cualquiera que me prometa un trozo de horizonte; pero ellos no son conscientes de que el carmín rojo engaña. Doy tumbos y no me centro. Debería conformarme con aquello que todo el mundo cree que es lo ideal.

- Siempre he pensado que el mejor amigo del hombre es la soledad.

- ¿La soledad? -pregunté extrañada.

- Sí, jovencita, tarde o temprano te darás cuenta de que el hombre sólo es capaz de mantener fría la cabeza cuando no hay nadie que le susurre cosas al oído.

- Yo prefiero sentir la caricia de una voz en mi oído,pero es que soy de sangre caliente.

Y dando media vuelta dejé al hombre con su frialdad.

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Aunque te cueste creerlo no he seguido perdiendo el tiempo. El corto período que duró mi época de soledad me enseñó a encauzar mi persona hacia donde yo quería. Y lo he conseguido. Ahora he comprendido que el paso del tiempo sólo preocupa cuando sientes que estás desperdiciando miles de oportunidades.

Sólo es tarde cuando uno quiere.

¿Y si hubiese repartido los besos que se perdieron en mi boca? ¿Y si hubiese dicho lo que realmente quería? ¿ Y si no hubiese girado la cabeza tantas veces? ¿Y si no hubiera fingido mi indiferencia? ¿Y si no hubiese sido tan cobarde? ¿Dónde estaría yo ahora?

¿Acaso somos capaces nosotros de domar al tiempo? ¿De impedir la muerte? ¿De crear lazos? No intentes entonces crear cariño donde nunca lo hubo, preocuparte en una semana de estos dieciocho años. Hace tiempo que decidí que no me merecía entregar algo de cariño en sacos rotos.