lunes, junio 05, 2006


Alada ninfa, con alas plateadas,
albergas en tu fuente
el resplandor tenue de unos ojos verdes,
etéreos, cristalinos
que se alzan para tocar mi pecho
y arrancar la furia del caballo salvaje
que encabrita mi pulso.
No es el mal del amor,
ni siquiera son los nervios,
son las frágiles ganas de vivir
que se escapan silenciosas
a través de mi mirar.
Tras la cortina de humo
alcanzo a verte junto a tu copa vacía,
tristes notas del piano - ¡callad!-
pues mi amor desvaría.
Tras los lamentos de tu cascada voz
aprecio los reproches que,
me haces llegar.
El pálido reflejo de la luna sin estrellas
alumbra el camposanto salteado con margaritas,
y allí entre tumbas y lápidas se encuentra mi gran amor,
al enterrarle para siempre
nunca podré secar las lágrimas que directas del alma
junto a él a otro mundo fueron a parar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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